Publicado en 5º e 6º Estágio Nível 2, AULA DE LÍNGUAS, POEMAS/CONTO/ LITERATURA AFINS

Miren el documental Se acabó la épica (directora: Matilde Michanie) sobre la vida poética de Néstor Sanchez:

El poeta es un fingidor» de Fernando Pessoa.

El poeta es un fingidor.

Finge tan completamente

que hasta finge que es dolor

el dolor que en verdad siente.

Y, en el dolor que han leído,

a leer sus lectores vienen,

no los dos que él ha tenido,

sino sólo el que no tienen.

Y así en la vía se mete,

distrayendo a la razón,

y gira, el tren de juguete

que se llama el corazón.

(Fernando Pessoa, «Autopsicografía»)

«Leer un poema comporta

la misma sensación incómoda de quien se sabe intruso por haber

irrumpido en mitad de una conversación que sólo podrá escuchar muy

fragmentariamente. La comprensión no es inmediata, porque ninguno

de los referentes aludidos es en principio familiar, y por eso hay que

empezar a prestar mucha atención a todo cuanto se dice, y todavía más

al tono en que es pronunciado»

«En la práctica, por tanto, leer el poema será tomar

decisiones sobre la identidad del personaje que habla y sobre la

situación en que lo hemos sorprendido inmerso, y sobre si aquél, por así

decir, simplemente está pensando en voz alta, o bien dirige su discurso a

algún otro personaje».

«De igual forma que el ventrílocuo,

el poeta altera su voz atribuyéndola a un personaje interpuesto, que los

lectores acordamos tomar por verdadero emisor».

(Pere Ballart)

Grande es el odio

1

Grande y dorado, amigos, es el odio.

Todo lo grande y lo dorado

viene del odio.

El tiempo es odio.

Dicen que Dios se odiaba en acto,

que se odiaba con fuerza

de los infinitos leones azules

del cosmos;

que se odiaba

para existir.

Nacen del odio, mundos,

óleos perfectísimos, revoluciones,

tabacos excelentes.

Cuando alguien sueña que nos odia, apenas,

dentro del sueño de alguien que nos ama,

ya vivimos el odio perfecto.

Nadie vacila, como en el amor,

a la hora del odio.

El odio es la sola prueba indudable

de la existencia.

2

Y el miedo es una cosa grande como el odio.

El miedo hace existir a la tarántula,

la vuelve cosa digna de respeto,

la embellece en su desgracia,

rasura sus horrores.

Qué sería de la tarántula, pobre,

flor zoológica y triste,

si no pudiera ser ese tremendo

surtidor de miedo,

ese puño cortado

de un simio negro que enloquece de amor.

La tarántula, oh Bécquer,

que vive enamorada

de una tensa magnolia.

Dicen que mata a veces,

que descarga sus iras en conejos dormidos.

Es cierto,

pero muerde y descarga sus tinturas internas

contra otro,

porque no alcanza a morder sus propios miembros,

y le parece que el cuerpo del que pasa,

el que amaría si lo supiera,

es el suyo.

En la Doliente Soledad del domingo

(1982)

Aquí estoy,

desnuda,

sobre las sabanas solitarias

de esta cama donde te deseo.

Veo mi cuerpo,

liso y rosado en el espejo,

mi cuerpo

que fue ávido territorio de tus besos,

este cuerpo lleno de recuerdos

de tu desbordada pasión

sobre el que peleaste sudorosas batallas

en largas noches de quejidos y risas

y ruidos de mis cuevas interiores.

Veo mis pechos

que acomodabas sonriendo

en la palma de tu mano,

que apretabas como pájaros pequeños

en tus jaulas de cinco barrotes,

mientras una flor se me encendía

y paraba su dura corola

contra tu carne dulce.

Veo mis piernas,

largas y lentas conocedoras de tus caricias,

que giraban rápidas y nerviosas sobre sus goznes

para abrirte el sendero de la perdición

hacia mi mismo centro

y la suave vegetación del monte

donde urdiste sordos combates

coronados de gozo,

anunciados por descargas de fusilerías

y truenos primitivos.

Me veo y no me estoy viendo,

es un espejo de vos el que se extiende doliente

sobre esta soledad de domingo,

un espejo rosado,

un molde hueco buscando su otro hemisferio.

Llueve copiosamente

sobre mi cara

y solo pienso en tu lejano amor

mientras cobijo

con todas mis fuerzas,

la esperanza.

Gioconda Belli

tu nombre/ Fabrício Corsaletti

tu nombre

si tuviera un bar tendría tu nombre

si tuviera un barco tendría tu nombre

si comprara una yegua le daría tu nombre

mi mascota imaginaria tiene tu nombre

si enloqueciera pasaría las tardes repitiendo tu nombre

si muero viejito, en el suspiro final balbucearé tu nombre

si fuera asesinado con la boca llena de sangre gritaré tu nombre

si encontraran mi cuerpo flotando en el mar en mi bolsa habrá un papelito con tu nombre

si me suicido al jalar el gatillo pensaré en tu nombre

la primera muchacha que besé tenía tu nombre

en la secundaria yo tenía dos amigas con tu nombre

antes de ti tuve tres novias con tu nombre

en la calle hay mujeres que parecen tener tu nombre

en el video que frecuento hay una empleada con tu nombre

a veces las nubes casi forman tu nombre

mirando las estrellas es siempre posible dibujar tu nombre

el último verso del famoso poema de Éluard podría muy bien ser tu nombre

Apollinaire escribió poemas a Lou porque en la locura de la guerra no conseguía recordar tu nombre

no entiendo por qué Chico Buarque no compuso una canción para tu nombre

si fuera un travesti usaría tu nombre

si un día cambio de sexo adoptaré tu nombre

mi madre me contó que si hubiera sido niña tendría tu nombre

si tengo una hija tendrá tu nombre

mi contraseña de e-mail ya fue tu nombre

mi contraseña del banco es una variación de tu nombre

tengo pena de tus hijos porque en general dicen “madre” en vez de tu nombre

tengo pena de tus padres porque en general dicen “hija” en vez de tu nombre

tengo mucha pena de tus ex-maridos porque asocian el término “ex-mujer” a tu nombre

tengo envidia del oficial de registro que mecanografió por primera tu nombre

cuando me emborracho digo mucho tu nombre

cuando estoy sobrio me controlo para no decir de más tu nombre

es difícil hablar de ti sin mencionar tu nombre

una vez soñé que todo en el mundo tenía tu nombre

conejo tenía tu nombre

taza tenía tu nombre

teleférico tenía tu nombre

en el índice onomástico de mi biografía habrá millares de referencias a tu nombre

en la foto de Korda ¿hacia dónde mira el Che sino para el infinito de tu nombre?

algunas profesoras de la USP serían menos amargas si tuvieran tu nombre

detesto el trabajo porque me impide concentrarme en tu nombre

“cábala” es una palabra linda, pero no llega a los pies de tu nombre

en el cabo de mi bengala grabaré tu nombre

no puedo ser nihilista mientras exista tu nombre

no puedo ser anarquista si eso implica la degradación de tu nombre

no puedo ser comunista si tengo que compartir tu nombre

no puedo ser fascista si no quiero imponer a otros tu nombre

no puedo ser capitalista si no deseo nada más allá de tu nombre

cuando salí de la casa de mis padres fui detrás de tu nombre

viví tres años en un barrio que tenía tu nombre

espero nunca dejar de amarte para no olvidar tu nombre

espero que nunca me dejes para no ser obligado a olvidar tu nombre

espero nunca odiarte para no tener que odiar tu nombre

espero que nunca me odies para no quedar arrasado al oír tu nombre

la literatura no me interesa tanto como tu nombre

cuando la poesía es buena es como tu nombre

cuando la poesía apesta tiene algo de tu nombre

estoy cansado de la vida, pero eso no tiene nada que ver con tu nombre

estoy escribiendo el quincuagésimo octavo verso sobre tu nombre

tal vez yo no sea un poeta a la altura de tu nombre

por si las dudas voy a acabar el poema sin decir explícitamente tu nombre

Fabrício Corsaletti (Santo Inácio, 1978).

Traducción de Sergio Ernesto Ríos.

En la Doliente Soledad del domingo

(1982)

 Gioconda Belli

Aquí estoy,

desnuda,

sobre las sabanas solitarias

de esta cama donde te deseo.

Veo mi cuerpo,

liso y rosado en el espejo,

mi cuerpo

que fue ávido territorio de tus besos,

este cuerpo lleno de recuerdos

de tu desbordada pasión

sobre el que peleaste sudorosas batallas

en largas noches de quejidos y risas

y ruidos de mis cuevas interiores.

Veo mis pechos

que acomodabas sonriendo

en la palma de tu mano,

que apretabas como pájaros pequeños

en tus jaulas de cinco barrotes,

mientras una flor se me encendía

y paraba su dura corola

contra tu carne dulce.

Veo mis piernas,

largas y lentas conocedoras de tus caricias,

que giraban rápidas y nerviosas sobre sus goznes

para abrirte el sendero de la perdición

hacia mi mismo centro

y la suave vegetación del monte

donde urdiste sordos combates

coronados de gozo,

anunciados por descargas de fusilerías

y truenos primitivos.

Me veo y no me estoy viendo,

es un espejo de vos el que se extiende doliente

sobre esta soledad de domingo,

un espejo rosado,

un molde hueco buscando su otro hemisferio.

Llueve copiosamente

sobre mi cara

y solo pienso en tu lejano amor

mientras cobijo

con todas mis fuerzas,

la esperanza.

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